Alba

Era el mes de abril de 2018 cuando mi pequeña Alba empezó con una leve cojera y algo de fiebre. Fuimos al hospital, allí nos dijeron que eran placas y le recetaron un antibiótico.

A los cinco días no mejoraba: andaba peor, estaba más cansada, triste y sin apenas ganas de jugar. Observamos que le salió como un granito de sangre en el cuello y volvimos al hospital. No le dieron importancia y nos dijeron que serían efectos secundarios del antibiótico.

Tras unos días empezaron a salirle moratones en las piernas, nos asustamos y de nuevo acudimos al médico, le hicieron una analítica y una ecografía para ver el hígado. No se me olvidará nunca cuándo el médico me miró y me dijo que me tenía que dar la peor noticia que se le podía dar a una madre, que ojalá se equivocase pero que fuéramos de urgencia al Hospital Virgen Del Rocío de Sevilla.

Una vez allí, tras varias pruebas, nos confirmaron lo que jamás hubiéramos querido escuchar: Alba, nuestra princesa de cuatro años tenía leucemia. Sin duda el golpe más duro que hemos recibido nunca. Habíamos oído hablar de la enfermedad, pero desde nuestra ignorancia, desconocíamos el gran recorrido y la lucha tan dura que nos quedaba por vivir.

De un día para otro nos cambió la vida. De repente nos vimos en la habitación de un hospital rodeados de enfermeras y médicos: impotencia, rabia, angustia, ansiedad y mucho sufrimiento. Cierras los ojos y esperas abrirlos y que todo haya sido una pesadilla pero, desgraciadamente, eso no fue así… la realidad es que nuestra pequeña estaba muy malita. Sus médicos nos dijeron que tenían que ponerle nombre y apellidos a la leucemia. Tras una punción de médula, su diagnóstico fue leucemia linfoblástica aguda. Nos explicaron que, dentro de las leucemias infantiles, esta era la que tenía un porcentaje más alto de supervivencia

Empieza el tratamiento con corticoides, pasan un par de semanas y vuelven las malas noticias. La quimioterapia estaba haciendo efecto, pero de forma muy lenta, por lo que la leucemia de Alba se convertía de alto riesgo. El tratamiento a seguir pasaba por una quimioterapia más fuerte con lo que tendría una mayor probabilidad de recaída y, si así sucedía, necesitaría un trasplante de médula ósea para curarse.

¡Y de nuevo nos cayó de golpe otro mazazo! Pero tuvimos que coger fuerzas de donde no las había por el bien de Alba. No queríamos asustarla, ni verla mal. Solo queríamos verla reír. No fue fácil explicarle que iban a cambiar cosas, que no se asustase y que no tuviera miedo, que papá y mamá estaban con ella. Fue difícil hacerle entender que cambiaríamos el cole por el hospital, sus profes ahora serían los médicos, sus amigas las enfermeras, que sus coletas las cambiaríamos por pañuelos y que todas las princesas Disney se cortarían el pelo como ella. Le dijimos que tenía unos bichitos que teníamos que quitar. Decoramos su habitación del hospital, la número 12, con muchos dibujos y cartas de familiares y amigos.

En estos nueve meses hemos tenido subidones y también muchos bajones. Cambios de humor por culpa de los efectos de la quimioterapia y los corticoides. El hospital se ha convertido en nuestro hogar. En estas circunstancias conoces y coges cariño a muchas familias. Algunas de ellas, por desgracia, no llegan a la meta y abren sus alas. Esto te hunde, te destroza por dentro y es cuando te das cuenta de lo mala que es esta puñetera enfermedad. En este tiempo hemos dicho ADIÓS a mucha gente, pero en especial a cuatro amiguitos de Alba con los que jugaba y a los que quería. Cuando pregunta por ellos se te encoje el alma y no sabes ni qué contestarle.

Ahora estamos en la fase de reinducción II. Intentamos decir adiós al miedo y no pensar que puede que, en algún momento, nos digan que ha recaído, pero es difícil. Deseo con todas mis fuerzas escuchar, algún día no muy lejano, escuchar las palabras: “No fue fácil, pero hemos ganado la batalla”.

 

Me gustaría borrar y olvidar de mi mente muchos momentos como, por ejemplo,  cuando nos dijeron que Alba estaba enferma, o el miedo con el que a día de hoy seguimos viviendo o esa carita con lágrimas en los ojos que me dice: “‘Mami, no quiero estar malita”. ¡Hay tantos momentos que querría borrar y no ver más!

No tengo palabras para expresar lo que se siente cuándo tu pequeña está pasando lo que está pasando la mía. La sombra del cáncer no distingue raza, condición social, religión ni tampoco edad.

Considero que la niñez debería ser una etapa de la vida libre de preocupaciones, con mucho amor, risas y juegos. Sin embargo, a algunos les ha tocado luchar por su vida muy temprano y convertirse en auténticos guerreros como Alba.

No quiero terminar sin mencionar a los verdaderos héroes de esta historia que son los que hacen posible ese ápice de esperanza y esas ganas de luchar. Gracias a la Fundación Josep Carreras, gracias a toda su investigación y ayuda; así como los miles de socios y a los miles de donantes de médula ósea y de sangre que, sin ánimo de lucro y de forma anónima, regalan VIDA.

Ojalá pronto, entre todos, podamos decir que la leucemia es curable en el 100% de los casos. Ojalá pronto Alba destruya a su monstruo y os podamos decir: ¡Lo conseguí!

¡Gracias de todo corazón de una madre coraje!

Elena

 

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