Alba

Me llamo Alba y actualmente tengo 25 años. Mi historia estaría mejor contada por mis padres, ya que fueron los que más sufrieron porque, al ser yo muy pequeña, no recuerdo esa etapa de mi vida en que padecí la enfermedad. Todo empezó cuando tan solo tenía 2 añitos. Un día como otro cualquiera, mientras jugaba en la puerta de casa, mi madre se alertó porque cojeaba. Me miró y se dio cuenta de que tenía inflamados varios ganglios de mi cuerpo (ingle, cuello, cabeza...). Me llevaron rápidamente al pediatra y tras unas pruebas y un análisis de sangre descubrieron que tenía leucemia linfoblástica aguda. Mis padres creyeron morir, mi madre sufrió una crisis de ansiedad y en ese momento empezó mi lucha con quimioterapia, port-a-cath y un sin fin de efectos secundarios.

Dentro de ese hospital, me cuenta mi familia que lo único que pedía era irme a casa con mis padres, mi hermana... Lloraba cada vez que me aislaban y tenía que ver a mis abuelos y tíos a través de aquel cristal con lágrimas en los ojos. Tengo recuerdos de días en los que mis defensas no estaban tan bajas y podía recibir algunas visitas de la familia que me llenaban de puzzles, muñecos y que me alegraban el día. Las enfermeras eran muy agradables y recuerdo con especial cariño a Julia y a mi doctor Couselo a quién, a pesar de ser un hombre muy serio, le cogí un cariño especial. Cuando tenía aproximadamente 8 años me quitaron  mi port-a-cath. Recuerdo que para mí formaba parte de mi cuerpo, creía que había nacido con él, no sabía para qué servía ni por qué tenía aquel bultito encima del pecho que tanta grima me daba tocar. El día que me lo quitaron sentí alivio de haberme liberado de aquel aparato que años después mis padres me explicaron qué era y para qué servía.

A pesar de todos los ingresos, todos los aislamientos, quimioterapia... fui una niña feliz gracias  a mi familia y a mi hermana que siempre me esperaba en casa con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos -ya que ella sí se enteraba de todo lo que sucedía- después de muchos días, incluso semanas sin vernos. Hoy en día pregunto con mucha curiosidad a mi familia por aquella etapa que viví y de la que tengo recuerdos muy confusos ya que mi memoria ha preferido borrarlos para siempre.

La última vez que visitamos a mi querida ex-enfermera Julia nos pidió que entráramos en la sala de espera para  dar apoyo a 3 niños, con sus cabecitas peladas, y a sus padres. En cuanto entré ni mi madre ni yo dijimos ni una sola palabra. Creo que nuestros ojos lo expresaron todo y Julia les explicó que yo era una superviviente de 21 años y embarazada de 5 meses  y que ellos también lo lograrían. Recuerdo a uno de esos niños (que apenas tendría 5 años) que me dijo con la mirada triste: “Esto es sólo una mala época.” Sólo pude sonreír y mi intención fue transmitirles tranquilidad aunque al salir no pudiera dejar de llorar junto a mi madre. Sólo puedo dar ánimo a las familias que están pasando por esto, darles mi apoyo y decirles que sí se puede; la esperanza es lo último que se pierde.

Hoy en día tengo una niña de 3 años y estoy embarazada de nuevo. Gracias familia y gracias a toda la planta de Oncología Infantil del Hospital de Santiago de Compostela y a mi ex-pediatra Varela que hoy en día es el pediatra de mi hija Alba y lo será también de mi segund@ hij@. La vida me ha dado otra oportunidad.

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