Ángela

"El 27 de noviembre de 2017 me diagnosticaron leucemia promielocítica aguda, un tipo de leucemia mieloide aguda.

Todo comenzó el 24 de noviembre, estaba trabajando y llamaron para decirme que algo no había salido bien en la analítica que me habían hecho el día anterior. Hacía unos meses que no me encontraba muy bien y estaba perdiendo mucho peso. En la analítica salía que tenía anemia y pocas defensas, así que me dijeron que tenía que ir al hospital para repetirla y ver si estaba todo bien.

La verdad es que en ese momento no pensé que fuera nada grave, "quizás me ponen un poco de sangre y para casa", me dije a mí misma, incluso terminé mi turno antes de ir a urgencias al Hospital del Mar. Esa misma tarde celebrábamos el cumpleaños de una amiga, íbamos a hacer una cata de vinos y a cenar algo después. Tenía unas ganas enormes, ya que estaban pasando otras cosas en mi vida y necesitaba salir y estar con mis amigos más que nunca.

Desgraciadamente, ese mismo viernes ingresé en una habitación de presión positiva, que son las habitaciones donde hay menos riesgo de infección para el paciente, pues resulta que mi cuerpo no tenía defensas. Los médicos de urgencias me decían que el especialista les había dicho que me tenía que quedar ingresada en esa habitación todo el fin de semana porque no quería poner en riesgo mi salud. Cualquier cosa que cogiera, por pequeña que fuera, podía ponerme en peligro. Yo no entendía nada, no me encontraba tan mal, ¿qué estaba pasando?

Ese fin de semana fue una incógnita. Yo intentaba bromear, no preocuparme y, por supuesto, no miré por internet que podía ser lo que me estaba pasando. Por fin, vi a la doctora que estuvo conmigo durante el ingreso, pero me dijo que hasta el lunes no podían hacerme el aspirado medular. Querían ver si lo que no funcionaba era la fábrica de la sangre, como ella se refería a la médula, o si era otra cosa.

Aquel lunes me hicieron el aspirado medular. No negaré que lo pasé muy mal, no es una sensación nada agradable y tuvieron que pincharme cuatro veces porque no salía suficiente muestra para tener unos resultados fiables. Al rato, todo mi mundo se paró: los médicos me explicaron que tenía leucemia y que teníamos que empezar con el tratamiento ese mismo día. Me explicaron los efectos que podía tener el tratamiento y como funcionaba normalmente. Al día siguiente, después de reunirse, me dijeron que el tratamiento no sería una quimioterapia normal, sería un tratamiento con trióxido de arsénico.

Estuve encerrada en aquella habitación 73 días para poderme deshacer del "monstruo". En la habitación sólo podían entrar de uno en uno, vestidos con guantes, mascarillas, batas y sin poder tocarme, pero, aun así, durante esos meses mi familia y amigos hacían turnos para poder visitarme. Todos ellos me ayudaron a aguantar los efectos secundarios y la desesperación por no poder salir de la habitación durante tanto tiempo.

Ahora toca la fase de consolidación, y es que todavía hay que seguir luchando para estar seguros de que no volverá. Sé que algún día, y entre todos, conseguiremos que nadie necesite matar monstruos nunca más."

Webpage updated 05/24/2018 11:00:26