Emma
“Me cuesta recordar claramente parte del proceso que hemos vivido, pero se me sigue poniendo la carne de gallina cuando pienso en el momento del diagnóstico. El 1 de julio del 2015 nos dijeron a los pies de una cama del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, nuestra segunda casa poco después, que nuestra pequeña Emma, de cuatro años, tenía leucemia. “Leucemia”, escuchas y, de pronto, entiendes el significado de perder el suelo bajo los pies. Caes, caes, caes, tres segundos nada más y reapareces, cual autómata… Funcionas de golpe, como cuando se va la luz y el generador responde, no buscas consuelo, buscas soluciones, necesitas aferrarte a algo que apacigüe tu incertidumbre al miedo a lo desconocido.
Y así entramos en un bucle lleno de emociones, buenas y malas, muy malas a veces. Y vimos como a Emma se le apagaba la energía “gracias” a la quimio y luego reaparecía. Aprendimos a reír con lágrimas en los ojos y ella normalizó que el equipo médico es familia, que los Pallapupas también necesitan abrazos a veces, abrazos de esos que curan como decía ella. Aprendimos que la magia está en cualquier parte y que una ambulancia se puede convertir en una discoteca improvisada de luces azules. Y perdimos el pelo, el hambre, las ganas, el humor, la noción del tiempo, pero eso fue un rato, y esa parte queda difuminada en la memoria. Y aprendimos todos los miembros de la familia a ser más sensibles, más agradecidos y más cariñosos, y eso, eso sí que perdura en el tiempo. Recibimos mucho más apoyo y amor del que jamás hubiéramos esperado. Y vivimos el milagro de la recuperación, y nos propusimos vivir celebrando la vida cada día.
Ha sido un capítulo de nuestras vidas que nos ha mantenido en vilo constante. A día de hoy, llevamos ya seis meses sin tratamiento. Emma sigue con su vida como cualquier niña de seis años. Está empezando a leer, le encantan los números y la música. Dice que quiere ser artista, cosa que ya es a juzgar por lo mucho que anima a nuestro entorno. Recuerda muchos de los momentos pasados en el hospital y hay alguna que otra foto que se niega a quitar de nuestro mural de la cocina. Tenemos la sensación de que ella no quiere perder la conciencia de que está muy bien, porque estuvo muy mal. Nuestro cascabel particular lleno de vida, energía y amor, que ahora entrena a atletismo y compite en carreras entre coles, que llega la penúltima y sale con los ojos cristalinos de felicidad diciendo: “Mira mamá, me han dado esta bolsa llena de regalos en la meta, ¡por qué me he esforzado mucho!”. Y le tenemos que dar la razón, se ha esforzado muchísimo y nos ha dado una gran lección de valentía y coraje. Nuestra pequeña princesa invencible.”
Elisa, mamá de Emma