Julia

6/04/2016. A principios de 2015, Julia Delgado, mi madre, comenzó a tener recaídas, falta de apetito y, por consiguiente, pérdida de peso, cansancio y diversos moretones en la piel (que creíamos se los ocasionaba mi perrita, una caniche toy que era cachorrita). Se hizo varios chequeos del corazón, pensábamos que se trataba de eso pero todo salía muy bien. Entonces el cardiólogo sugirió un análisis de sangre que se llevó a cabo pero tardó un poco en llegar el resultado. Cuando estos llegaron, Julia estaba muy mal, ya no tenía fuerzas. Se desmayó y fue trasladada en ambulancia al Hospital De Agudos Dr. Ramón Madariaga de la ciudad de Posadas (Misiones, Argentina), donde fue atendida de urgencia y quedó internada sin aún tener un diagnóstico, sólo la sospecha de que podía ser un tipo de leucemia, algo que no creíamos pero a la vez temíamos. Procedieron a hacerle una biopsia. Ella no sentía nada, ni le dolió. Estaba ida, totalmente ida. Recibió dos transfusiones de sangre y compartió la espera de esos resultados con su familia, nosotros: mi papá, mis tíos y yo, su hija.

Pasaron los días y, finalmente, el resultado fue positivo: tenía leucemia linfoblástica aguda, la noticia más triste que nos podían dar, no la soportábamos. Si bien no perdíamos las esperanzas, disfrutábamos cada momento a su lado como si fuera el último. Ya no importaba nada más que cuidarla y estar con ella en cualquier momento. 
Y ella, a pesar de lo débil q estaba su cuerpo y de las pocas esperanzas que le dieron los médicos, que le advirtieron el dolor que podía pasar, decidió luchar por vivir, quería vivir por nosotros, quería seguir a nuestro lado.

Recibió el tratamiento a cargo de la Dra. Mariana Marull y un extraordinario equipo y, así, comenzó con las quimios. Yo siempre estaba a su lado, sobre todo en las noches, y nos turnábamos con mi tía y mi papá para cuidarla y no dejarla sola. Estuvo un mes internada. Recibía a cada persona que entraba en la habitación siempre con una sonrisa, a veces eran nuevos compañeros de habitación, médicos, enfermeras… Y, a pesar de los pinchazos, ella se entregaba para poder recuperarse y volver a casa con su familia. Algunos estudios eran dolorosos.

Después de un mes, al fin pudo ir a casa. Estaba tan feliz… Aunque aún muy debilitada. Sus quimios apenas habían comenzado, tenía que ir constantemente a controles y después nuevamente debía internarse. Sin duda alguna afrontó cada estudio doloroso con mucha valentía y, con su fe y esperanza, lo superó. El tiempo fue pasando, las quimios cada vez estaban más espaciadas en el tiempo.

Hace tres meses comenzó con las quimios de mantenimiento. Está muy bien y feliz,  como todos los que la amamos, y todo gracias al amor, la motivación y las ganas de vivir, así como al trabajo de los médicos que hicieron todo para que ella hoy estuviera bien.

No tengo palabras para agradecer y, sobre todo, quería contar esto para aquellas personas que están pasando por lo mismo, especialmente para familiares, que a veces no sabemos qué hacer y cómo aportar algo para ver bien a aquel ser querido que está sufriendo. A todos ellos, les digo: ¡FUERZA, QUE SÍ SE PUEDE! Podemos combatir el cáncer con fuerza de voluntad y se puede volver a una vida normal.

Un saludo y fuerza a todos,

María Mirta (Hija de Julia)

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