Mónica
Mi nombre es Mónica y soy de Buenos Aires, Argentina. Mi historia con la leucemia linfoblástica aguda del tipo T comenzó a mediados del mes de abril cuando me enteré del nombre y apellidos de lo que, desde hacía días, me estaba causando cansancio, dolor en las articulaciones y un estado febril. Un hemograma que señalaba 71.000 glóbulos blancos y una mirada del doctor que nunca voy a olvidar, y que nadie está preparado para ver jamás, me avanzaron la noticia.
Recuerdo que lo primero que pregunté fue si tenía tratamiento. Mi doctor me explicó de qué se trataba esta enfermedad, de su gravedad y, así mismo, me contó que había tratamiento pero que tenía que ser fuerte porque, más allá del amor de mi familia, amigos y seres queridos, arriba del ring iba a estar yo sola peleando y recibiendo todos los golpes. En ese momento era todo tan reciente, tan confuso, que no logré entender bien sus palabras pero no tardé mucho tiempo en hacerlo. Esa misma noche me trasladaron a una clínica de mayor complejidad para tratarme pero mi cuerpo irrumpió en un cuadro de lisis tumoral con hemorragia (que básicamente es cuando el organismo “estalla”) y me causó inflamación del hígado, el bazo y la falla de un riñón. Inmediatamente ingresé en la unidad de cuidados intensivos con un pronóstico reservado. Nunca perdí la lucidez y creo que fue a partir de ese momento cuando entendí lo que realmente me sucedía.
Pensaba en mis dos hijos; qué iba a ser de ellos sin mí. Nunca nos habíamos separado y mucho menos por un tiempo indeterminado y sin la certeza de volver... Y así transcurrieron once días durante los que mi cuerpo respondió favorablemente hasta ponerme fuerte y comenzar la quimioterapia. Fueron cinco bloques de quimios sin demasiados sobresaltos y me sentí afortunada de que así fuera. Fue entonces cuando me hablaron sobre el trasplante de médula ósea, de lo cual también tenía muy poca información y es que, lamentablemente, sólo cuando nos toca de cerca nos concienciamos. Empezaron los estudios de histocompatibilidad con mis dos hermanos (Felipe y María). Para entonces yo ya había comenzado a buscar información en Internet sobre el trasplante y sabía cuáles eran las probabilidades de compatibilidad y qué sucedería en el caso de no serlo.
Fue un mes intenso hasta que llegaron los resultados: 10/10 compatibles los dos... Emociones encontradas, llantos y sonrisas nos invadieron. Me sentí totalmente bendecida. Pero a veces la vida, por alguna razón, viene y te golpea otra vez. Aún con la alegría encima, un día me levanté y empecé a ver doble. Nuevamente, internación, estudios, etc. Y la conclusión fue: recaída temprana en el sistema nervioso central causándome parálisis del tercer y sexto par craneal. Recuerdo que aquél era el día de las madres (17/10/14) y yo sola en mi habitación devastada... Adiós trasplante, por el momento suspendido hasta nuevo aviso.
El nuevo tratamiento fue más agresivo y me causó una falla renal aguda y una trombosis de la rama nasal de la vena central del cerebro. Otra vez a cuidados intensivos con hemodiálisis y anticoagulantes. Pasaron quince días hasta que pude sostenerme de pie. Para entonces supe que tenía que ser más fuerte y que no iba a rendirme. Pude comprender finalmente aquellas palabras del doctor que me diagnosticó la enfermedad de que iba a estar sola arriba del ring y que debía aguantar todos los golpes. Y así, finalmente, después de once días llegó el momento esperado. El 03/03/15 mi hermano Felipe, a quien eligieron por ser el más apto, me dio VIDA, me DONÓ MÉDULA OSEA.
A siete meses de aquel día, llevo una vida relativamente normal. No es fácil ya que es un camino muy largo. Continúo con mucha medicación, controles periódicos y sobre todo de la vista, ya que me quedó una lesión irreversible en la retina. Pero estoy viva, en mi casa con mis hijos, mis perras y mi gran compañero Adrián, el papá de mis hijos, que a pesar de haber estado separados cuando me diagnosticaron la enfermedad, estuvo a mi lado siempre.
Doy gracias a mis doctores, a Dios y a mi familia, por tanto amor y contención. También a entidades como la de ustedes que ayudan a darle ánimo a tantas personas que se encuentran en esta situación tan difícil. Ese es mi deseo: que mi historia, como tantas otras, ayude también a que continuemos imparables contra la leucemia.