Patricia

Hace 14 años, cuando tenía 30 años y mi hija apenas 8 meses, me diagnosticaron un Linfoma de Hodgkin, de celularidad mixta, estadio III, situado sobre el sacro, que me lo estaba destruyendo y que me detectaron por casualidad, como suele suceder habitualmente.

Mi primer pensamiento fue el de decir AHORA NO. Tenía que criar a una niña y no me podía permitir estar mala, como tampoco podía permitir que se criara sin una madre. No estaba dispuesta, quería verla crecer.

Yo era totalmente ignorante en esto de los linfomas y en cualquier tipo de cáncer, ya que no tenía ningún caso cercano.
Me puse en manos de un estupendo hematólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en el que confié plenamente y al que estoy eternamente agradecida.

Tomé la decisión de considerar mi enfermedad como un catarrillo y no darle mucha importancia.
El linfoma me acompañó durante un año, con largas sesiones de quimio y radioterapia. En estas últimas, se me caía el alma a los pies cuando compartía sala de espera con los más pequeños. Eso sí que no es justo ni tiene explicación.

Patricia, ex-paciente de Linfoma de Hodgkin

Gracias al linfoma, y digo conscientemente gracias a él, tuve la oportunidad de poder disfrutar de mi hija que era muy pequeña. Yo trabajaba mucho y aunque me la llevé al trabajo desde que nació, justo cuando cumplió los ocho meses y tenía previsto meterla en la guardería, por suerte o por desgracia me detectaron esta enfermedad, dejé de trabajar y me pude quedar con ella. Me daba fuerzas todos los días para levantarme y luchar. No me quedaba tiempo para los efectos secundarios de la quimio. Por supuesto que pasé malos momentos, tanto físicos como anímicos, pero al final compensó. De los malos ya casi no me acuerdo.

Después 10 años de revisiones primero trimestrales, semestrales y luego anuales, puedo decir que catorce años después estoy totalmente curada. Vuelvo a tener las mismas probabilidades de tener algún tipo de cáncer que cualquier persona. La única peguilla es que con la radio se me quemaron los ovarios y mi hija se quedó sin sus ansiados hermanitos, pero bueno, al menos me tiene a mí y yo a ella.

La experiencia me ha servido para ver la vida de otro color con otros ojos, valorar las cosas que realmente importan, ser mejor persona, preocuparme por el ahora y no por el mañana, ya que no sabemos cuánto durará, intentar aprovechar los momentos al máximo y sacarles el máximo partido y como decía Walt Witman, "No permitas que la vida te pase sin vivirla".

Animo a todas las personas que estéis atravesando estos duros momentos, a que luchéis por superar la enfermedad con uñas y dientes, poniendo mucho de vuestra parte, ya que creo que es fundamental el buen estado anímico para una mejor y más rápida recuperación. Que saquéis fuerzas de debajo de las piedras para levantaros cada día y deciros a vosotros mismos: ES POSIBLE, YA ESTOY MÁS CERCA DE CURARME.

A mí me sirvió también mucho el contarlo, el compartirlo, el poder disfrutar tanto los malos como los buenos momentos con la gente que te quiere y se preocupa por ti. No hay cosa más triste, a mi parecer, que pasar solo una enfermedad de este tipo.

Un abrazo muy fuerte y MUCHO ÁNIMO, MUCHA FUERZA!!!

Muchas gracias a la Fundación Josep Carreras por vuestro trabajo y dedicación.

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