Sheila
Este 2018, el mismo día en que cumplí 34 años, era dada de alta en la Unidad de Medicina Interna del Hospital en el que trabajaba como farmacéutica. La vida quiso regalarme un diagnóstico de Linfoma de Hodgkin esclerosis nodular estadio IIIA. En el pack de cumpleaños también venían altas dosis de rabia, tristeza, angustia y un miedo aterrador.
Compaginaba el trabajo con la preparación de unas oposiciones y arrastraba síntomas inespecíficos desde hacía unas semanas. Nada preocupante, pensaba yo, algo de malestar nocturno, de vez en cuando unas décimas de fiebre y un cansancio que no terminaba de reponer. Achacable todo al día a día de estrés en el que vivía ...
Pasaron las semanas y noté un ganglio agrandado en la zona de la clavícula. No dolía, pero ese fue el punto de inflexión para acudir rápidamente a la consulta de Hematología.
Trabajaba preparando quimioterapia para neoplasias hematológicas y el destino quiso que dejara de hacerlo para pasar a ser paciente. Ver que los informes médicos y la petición de inicio de quimioterapia a Farmacia llevaban mi nombre me parecía una pesadilla ...
Septiembre de 2018, tras 5 ciclos de quimioterapia, 10 sesiones.
En aquel momento, todo fue rápido (biopsia, diagnóstico, implantación del catéter, primer PET y programación de tratamiento) y tuve la suerte de contar con el apoyo de compañeros y amigos. Comencé una dura etapa de ciclos quincenales de quimioterapia intravenosa. Pasaba unos 3-4 días encamada, con una fatiga que me impedía poder hacer mis rutinas normales. Eso me enfadaba, me sentía frustrada y psicológicamente afectada. Todo había cambiado de la noche a la mañana, sin avisar, con lo que me gusta a mi anticiparme a las cosas y sentir el control de las situaciones...
Ahora no podía controlar nada y aunque el pronóstico de la enfermedad era bueno desde el principio, la incertidumbre sobre la tolerancia y la respuesta al tratamiento me acechaba.
Afortunadamente, a los dos meses de iniciar la lucha contra el linfoma, estaba en remisión completa y eso fue una inyección de ánimo hasta completar los 6 ciclos, 6 meses en total. Durante ese periodo, una montaña rusa de sensaciones (desde ira a felicidad en el mismo cuarto de hora). No era capaz de asimilar todo lo que estaba viviendo, esa sacudida que te da la vida cuando la palabra CÁNCER viene para instalarse en tu día a día, para cambiarte por completo (por fuera pero particularmente por dentro).
Hoy, tras un mes de la última infusión y a expensas de iniciar el segundo tramo de tratamiento (18 sesiones de radioterapia) me siento fuerte, me siento recuperada y animada para enviar mi esperanza a las personas que, como yo, de repente y sin avisar deben enfrentarse a esta dura y temida enfermedad.
El día de la última infusión de quimioterapia (12 sesiones)
Aprovecho para premiar la labor investigadora llevada a cabo en onco-hematología, motor de la curación. Para que nunca se frene. Para que el cáncer no siga cobrando vidas. Y en este caso particular de las neoplasias hematológicas, animo a la donación de médula ósea.
Mi gesto de gratitud a todas aquellas personas que aceptan someterse a un procedimiento que, a día de hoy, es sencillo, no invasivo e indoloro y que es fundamental en la curación.
Yo, unas semanas antes del diagnóstico, con Álvaro, uno de mis pilares básicos en este periodo, quien, reuniendo los requisitos necesarios para la donación, no dudó ni un segundo en hacerse donante.
¡¡¡Un saludo, y esperanza!!!
Sheila