Sofía

Mi nombre es Sofía, tengo 26 años y soy de Buenos Aires (Argentina). Tengo leucemia mieloide aguda.

Mi historia empezó en noviembre del 2014, cuatro meses después de ser mamá. Me sentía muy cansada y, de repente, en una semana, enfermé. Pasaban los días y la fiebre no bajaba, así que un médico clínico me mandó a hacer un análisis de sangre para verificar que no hubiesen otras infecciones. El análisis mostraba que estaba leucopénica (mi número de leucocitos había disminuido), así que me internaron, ya con aislamiento.

 Me hicieron muchos estudios, la punción medular y, un par de días después, nos dieron el resultado: leucemia mieloide aguda. Quisieron empezar con la quimioterapia en ese mismo momento, pero tuve una serie de complicaciones que la retrasaron dos semanas, entre ellas: una bacteriemia y un neumotórax producto de la vía central que me habían colocado. Estuve en cuidados intensivos unos días, durante los que pidieron la autorización a mi familia para empezar la quimioterapia aun teniendo una infección, ya que no era lo recomendable. Pero por la fuerza que me dio el querer estar cerca de mi bebé, salí adelante. 

Estuve casi dos meses internada. Fue muy duro y mi cuerpo quedó devastado, pero pude salir unos días para estar en casa de nuevo, con mi bebita, mi razón de existir. Y así comencé el ciclo de quimios, con la buena noticia de una remisión completa desde la primera vez y con las complicaciones típicas de la neutropenia y la medicación.

Ya finalizando mi última quimio, nos mandaron a hacer el estudio de histocompatibilidad con mi hermano, mi único hermano, y sabiendo lo difícil que era que fuera compatible… ¡lo éramos! Fue una hermosa sorpresa para todos: ¡era compatible!¡100% compatible! Así que nos prepararon para el trasplante. Fue un mes de muchos estudios y de disfrutar de mi bebé, de mi pareja y de mi familia.

El trasplante se llevó a cabo el 3 de junio de 2015. Estuve un mes y medio internada, por suerte sin complicaciones infecciosas. Tuve una pequeña reacción hepática y una úlcera duodenal, producto de la medicación tan tan fuerte... Tuve que ser alimentada por vena; mi sistema digestivo se vio muy comprometido. Fueron días grises, mi familia me acompañó en todo momento, temí no estar para el primer año de mi hija que fue el 23 de julio... ¡Pero llegué! Con secuelas pero, comparando, el estar en casa con mi familia lo vale todo. 

Le festejamos el cumpleaños a mi bebé y acá sigo, controlándome semanalmente. Voy muy bien pero la recuperación es lenta. Hay que tener mucha paciencia y disfrutar las enormes pequeñeces. Yo me siento curada, voy muy segura a cada control, y el lazo que me unió toda la vida a mi hermano es más fuerte ahora. Le agradezco en silencio cada día que me levanto.

Me costó muchísimo llegar hasta acá, pero llegué, motivada siempre por mi hija Juana, mi pareja y mis papás, que se hicieron cargo de nosotros y, por supuesto, gracias a los excelentes profesionales que desde un principio me atendieron. Mi plan de futuro es estar muy cerca de mi hija. Tanto tiempo aislada y lejos hicieron que entendiese cuánto realmente quiero y me importa mi familia. Vivo por y para ellos y deseo con todo mi ser ganar esta batalla.

¡Fuerza para mí y para todos los que atravesamos esto!

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