Araceli
“Hola,
Me llamo Araceli y tengo 22 años. Quiero compartir con todos mi lucha contra la leucemia.
Todo comenzó en las Navidades de 2010. Llevaba unas tres semanas con anginas y por más que el médico me daba antibióticos, no remitían sino que iban cada vez a peor.
El 21 de diciembre fui a urgencias donde me hicieron la que fue la primera de las muuuuuchas analíticas que vendrían después. Después de pruebas y más pruebas, ese día vino a verme un hematólogo que me dijo que había visto algo “raro” en mi sangre y que quería repetirme la analítica a primera hora del día siguiente. Ya me comentó que no sabía si podría ser una leucemia o una infección muy fuerte.
¡Ufff! Cuando escuché aquella palabra refiriéndose a mí… No puedo explicaros lo que sentí pero, entre otras cosas, muchísima desesperación. Por desgracia siempre pensamos en lo peor y me cerré en banda pensando que lo que yo tenía era cáncer aunque todavía no se comprobase al 100%.
Finalmente me hicieron mi primer aspirado de médula el día 22 de diciembre y me confirmaron que tenía una leucemia mieloide aguda con inversión del cromosoma 16 ¡Menuda lotería que me tocó a mí ese año! El día 24 entré en quirófano para colocarme mi primer reservorio y comencé con la quimioterapia.
Araceli, durante uno de los ingresos.
Cuando te dicen que tienes una enfermedad como ésta se te pasan por la cabeza muchísimas cosas pero desde el primer momento yo tenía muy claro que iba a ir a por todas, que no pensaba rendirme y que saldría de ésta fuese como fuese. Todo parecía también mucho más fácil teniendo a mi lado a mi pareja, a mi mejor amiga, a mi madre y a mi hermana día sí día también.
Los días fueron pasando y, después del primer ciclo de quimioterapia, conseguí la remisión completa ¡Buenas noticias por fin! Pero todavía quedaban otros dos ciclos de tratamiento de consolidación.
Al terminarlos, mi hematóloga me dijo que tenía que hacerme un trasplante de médula ósea autólogo (de mis propias células) a modo de prevención y así lo hice en mayo de 2011. La verdad es que fue duro. Cuando estás inmersa en algo así hay días o momentos en los que piensas que tu cuerpo ya no tiene fuerzas para seguir luchando pero aun así sigues adelante hasta que por suerte empiezas a sentirte mejor y cambia de nuevo tu manera de pensar.
Después del trasplante mis niveles no se recuperaban. Me quedé estancada con niveles muy bajos y con necesidad de transfusiones muy a menudo hasta que finalmente, en septiembre de 2011, tuve mi primera recaída. Otra vez se me cayó el mundo encima y esta vez sabiendo lo que me esperaba. Lo que hasta ahora era una “leucemia de buen pronóstico” se convirtió en una de “mal pronóstico” por la recaída.
Araceli junto a su hermana, Lourdes.
Me ingresaron de nuevo para otro ciclo de quimioterapia y después de realizarle las pruebas de compatibilidad a mi única hermana y ver que no era compatible se inició la búsqueda de donante no emparentado a través de la Fundación Josep Carreras.
Finalmente, después de dos meses… ¡apareció mi tan esperado donante! No podía expresar la felicidad que sentía al saber que alguien me devolvería la vida desinteresadamente.
También nació la que es mi sobrina y ahijada, Ainhoa, otro motivo más para que mis ganas de vivir y de verla crecer fuesen más fuertes que cualquier enfermedad.
Pero justo a los pocos días de saber que tenía donante tuve mi segunda recaída. ¡Otra vez había que empezar de cero! Pero esta vez con más prisa que nunca. Me pusieron de nuevo un ciclo de remisión en el Complejo Hospitalario de Pontevedra y cuando todavía estaba en aislamiento sin neutrófilos procedieron a trasladarme al Complejo Hospitalario Xeral Cíes de Vigo para comenzar con el tratamiento para el trasplante antes de que la enfermedad reapareciese.
En cuestión de cinco horas me vi en un hospital en el que nunca había estado, con gente a la que nunca había visto y sin fuerzas físicas para afrontar lo que se me venía encima. De nuevo quimioterapia y esta vez también radioterapia (que no me habían puesto nunca) y el día 7 de marzo de 2012 me transfundieron VIDA en forma de células madre de mi donante.
Si el trasplante autólogo había sido duro, éste, después de tantos ciclos de quimioterapia y mis lentas recuperaciones, ni os cuento. Pero después de tres meses hospitalizada por fin me dieron el alta. Estaba muy débil y no tenía apetito ni ganas de nada pero por lo menos estaba en mi casa, en mi cama. Poco a poco las analítica fueron mejorando, mi estado físico también y con el paso de los meses la medicación fue desapareciendo hasta ser casi inexistente.
En el camino he tenido que tropezar y caerme muchas veces, y en cada una se ha producido una nueva herida que ha dejado marca pero lo mejor de todo es que tenemos la capacidad de olvidar, o por lo menos yo lo hago. En estos dos últimos años de mi vida he aprendido a valorar lo que de verdad importa en esta vida que es la salud y a vivir el día a día sin preocuparme por tonterías. Lo único que le pido a cada día es disfrutarlo y ser feliz.
Araceli, actualmente.
Obviamente he pasado por malos momentos pero esos prefiero olvidarlos y quedarme con el cariño que me han dado mis médicos, enfermeras y demás personal hospitalario; con el amor y la paciencia de la gente que ha estado y está conmigo durante todo este tiempo y, por supuesto, con la gente que he conocido en este camino sufriendo lo mismo que yo.
Esta etapa de mi vida la guardo como una experiencia más, igual que otras personas tienen otras cosas que recordar o que vivir.
Contando todo esto quiero ayudar a esa gente que está todavía empezando y no sabe muy bien cómo afrontar esta enfermedad. Simplemente a esas personas les digo que luchen, que tengan mucha paciencia y que saquen fuerzas de donde sea. Porque aunque hay días en que parece que todo termina, yo os digo por mi propia experiencia que se puede. Aquí estoy dos años después contándolo y muy feliz de estar donde estoy.
Aprovecho para agradecer a la Fundación Josep Carreras la labor que realiza y animo a la gente a que se haga donante de médula ósea ya que es un proceso indoloro y estás salvándole la vida una persona que te necesita a TÍ.
Yo no sé lo que siente una persona que ha donado médula, pero sí sé lo que siente una persona que ha recibido esa donación y le han devuelto la vida que había perdido. En mi caso día a día me despierto agradeciéndoselo infinitamente y cada vez que veo algo relacionado con el país de mi donante se me pone la piel de gallina. No sabría explicar bien con palabras la sensación que produce pero es increíble. Estés donde estés gracias por brindarme esta oportunidad.
Mis planes de futuro… Pues simplemente recuperar mis estudios, ser feliz y sobre todo VIVIR”.
Araceli