Filippo
Ha pasado mucho tiempo desde aquel ahora lejano –pero no tanto- abril del 2010 cuando recibí la noticia de que padecía un linfoma de células T. El estado avanzado de la enfermedad, estando completamente afectada la médula, nos llevó a tratarlo con urgencia mediante ciclos de quimio en el Hospital de Cabueñes cada dos semanas –CHOP14-, y tras seis de estos ciclos, conseguimos estar en disposición de realizar el trasplante autólogo; trasplante llevado a cabo en la Unidad de Trasplante Hematopoyético del HUCA. Sin duda fue una enorme suerte el que en ese momento, la Unidad llevara ya funcionando unos años bajo la dirección del Doctor Vallejo. En estos tiempos que corren, tanto él como su equipo suponen un lujo de valor incalculable para la sanidad asturiana, y aunque ojalá nadie que lea esto tenga nunca que recurrir a sus servicios, puede estar seguro que en caso de necesitarlo él o alguien cercano, no podrá estar en mejores manos.
Aquel trasplante autólogo sin embargo fracasó pasados dos meses por una repentina recaída. El linfoma T, se demostró así más agresivo aún de lo que ya en principio se pensaba. Tras recurrir a nuevas líneas de tratamiento, con diversos ingresos en Cabueñes, mi situación no mejoraba en absoluto, pero gracias a la intuición y el conocimiento de los hematólogos de Cabueñes –mención especial para la Dra. Díaz Trapiella-, se optó por someterme a un tratamiento no utilizado habitualmente para linfomas, pero sí para otros casos de afectaciones hematológicas, tales como leucemias. Alentuzumab se llamaba aquel medicamento y fue gracias a él que en unos meses pude estar de nuevo en disposición de realizar un nuevo trasplante, en este caso alogénico, y contando como donante a mi hermano.
El que mi único hermano fuera compatible conmigo es la razón fundamental por la que hoy estoy aquí sentado escribiéndoos. Es así de rotundo y así de cierto. Yo tuve esa suerte que sin embargo otros en mi lugar no han tenido, no tienen, o no tendrán. Es por eso que no me cansaré nunca de invitar a todo el mundo a que se haga donante de médula o al menos medite esa opción. Hay una percepción errónea de lo que esto supone, pues mucha gente piensa que se trata de una intervención agresiva, cuando en realidad no es más agresivo que lo que puede ser una simple donación de sangre. Y con ese gesto se puede salvar una vida, o al menos, dar la oportunidad a alguien de que pueda salvarla, de que pueda seguir luchando por salvarla. Desgraciadamente nos queda mucho camino por recorrer en este sentido.
Una vez realizado ese segundo trasplante en mayo del 2011, sufrí a finales de ese mismo año, un síndrome linfoproliferativo, causado por la propia inmunosupresión a la que te someten tras el trasplante para evitar el rechazo del mismo. Para combatir ese nuevo problema que se presentaba, nos vimos obligados a recurrir de nuevo a quimio e igualmente a sesiones de radioterapia puntuales. Esto se prolongó durante todo el 2012 hasta que finalmente, en el último escáner practicado –he perdido la cuenta de los que me han hecho-, aparece la evidencia de que mi enfermedad ha remitido en buena parte.
A partir de este momento seguiremos por ello con un tratamiento por así decirlo de “mantenimiento”, consistente en infusiones de Rituximab e igualmente, de linfocitos del donante, es decir, de mi querido hermano.
Deciros que sigo encontrándome mejor cada día que pasa y que espero que esta tendencia sea lo más larga posible. Por supuesto que todavía de vez en cuando tengo "mis días", pero afortunadamente cada vez son menos. El tiempo a veces parece que pasa extraordinariamente lento cuando uno se encuentra mal, pero al final todo pasa.
Filippo.