Homenaje a Hipólito
Mi nombre es Marina. Mi padre se llamaba Hipólito, Poli para sus amigos, y hace poco más de un año enfermó, tuvo una leucemia linfoblástica aguda. Nunca olvidaremos ese día, el 18 de febrero de 2015. Yo estaba embarazada de la que iba a ser su primera nieta. Ese día yo cumplía 12 semanas de embarazo, mi hermano estaba con él, y decidieron llamar a mi marido para amortiguar un poco el golpe del diagnóstico. Después de pelear como un león, y de hacer muchas horas juntos, falleció el 23 de junio de 2015, un par de semanas después de saber que ya teníamos un donante para él. Pero no pudo ser y no llegó a conocer a su nieta, pero nos encargaremos de que su nieta sepa quién era el iaio Poli.
Esto lo escribí el día del aniversario que enfermó.
“Hoy hace un año que el mundo se paró durante unas horas, y a la mañana siguiente empezó a girar de nuevo, pero a un ritmo diferente, al ritmo de la neutropenia, de recuentos de plaquetas, hemoglobina y neutrófilos, análisis, cantidad de orina, trasfusión de sangre o plaquetas, de punciones de médula, de protectores de médula, de blastos, de quimioterapia, ese veneno que te tenía que salvar y al final acabó contigo, pero había que luchar. Giró al ritmo de esos silencios, mientras caían las gotas de quimioterapia. Al ritmo del aislamiento inverso y de las batas y mascarillas, no besos, no abrazos, un ritmo muy aséptico. Al ritmo de esas conversaciones eternas, que nos permitió conocernos mucho más. Al ritmo de ver pasar las tardes mirando por esa ventana el pasar del tiempo, las primeras fallas que no trabajas, la primera feria del libro que no irás. Al ritmo de la leucemia.
El diagnóstico, un mazazo, seguido de muchísimos mazazos más, una montaña rusa de emociones, y cuando llegan las buenas noticias, el donante, tú ya no puedes pelear más, ¡y lo hiciste como un león! ¡Cómo el león que eras, tan optimista! “¡Mira el mar qué azul esta hoy! ¡Marineta, qué ojos tienes hoy!, ¡Asómate y mira la luna!”, y yo pensando que eras un 'pesado' y lo que eras es optimista. Y, finalmente, al ritmo del tiempo apremiante, del aprovechar y de las despedidas inesperadas (y por tanto precipitadas).
Al ritmo de las situaciones irreversibles, de decidir que no sufras, de no alargar la agonía. Y el ritmo se hace más lento, hasta volverse a parar, ahora lo marca el cogerte de la mano y esperar, y entonces te das cuenta de que ya no queda tiempo para más charlas, más discusiones, más arroces, nietos, y que todos esos momentos eran las últimos, ya no hay más fallas, ni más feria del libro, ni más planes juntos. Y ahora el tiempo sigue pasando, y tú te vas quedando atrás, y lo peor de todo es que te tienes que quedar atrás.”
¡Se te echa de menos viejo!
Marina