Irene

Mi nombre es Irene tengo 26 años, estoy trasplantada de médula ósea y soy ex paciente de leucemia linfoblástica aguda.

Todo empezó en septiembre del año 2012 cuando ingresé en urgencias debido a diversos hematomas en las piernas. También me costaba mucho respirar, tenía cansancio extremo y mareos muy fuertes. Fueron una serie de pequeños síntomas que no alarmaron a mi madre hasta que se acumularon todos de golpe. Si os digo la verdad, yo no daba mucha importancia de esos síntomas porque jamás llegué a pensar que a mí me pudiera llegar a pasar algo tan grave. Nunca somos conscientes de que nos puede pasar algo malo, o nos puede llegar a tocar la “mala lotería” hasta que te pasa, o te toca.

El 13 de septiembre de 2012 me diagnosticaron una leucemia. Cuando el hematólogo vino a darme el diagnóstico creo que sólo tuve un pensamiento: "¿Y ahora qué tengo que hacer? Decidme lo que tengo que hacer para curarme”. Nunca llegué a pensar que esta enfermedad me podía llegar a vencer, siempre me veía a mí misma en un futuro curada, haciendo las cosas que no había hecho antes y que iba a coger con más ganas que nunca. Quizá, como ya he dicho, por el desconocimiento de la gravedad de la enfermedad. Pero creo que ese desconocimiento y ganas de salir adelante fue lo que hizo que mi cuerpo aguantara toda esa batalla. Me sometí durante 7 meses a quimioterapias y aislamientos en el Hospital Arnau de Vilanova de Lleida. No fue una etapa fácil, pero tampoco fue la peor dentro de la enfermedad.

A los 10 meses, casi cuando empezaba a ver la luz de la curación, tuve una recaída. La consecuencia fue que tenía que ser sometida a un trasplante de médula ósea. Esa noticia ya me asustó más. No quería volver a los aislamientos, a las quimioterapias, y a la caída de mi pelo que ya lo tenía más o menos "peinable". Tuve miedo de todos los riesgos de los que me informaron. Pero me lo tragué como pude, y dije al mundo que no tenía miedo de nada, y que iba a salir de esa. Les decía a todos y a mí misma: "esa enfermedad no sabe en el cuerpo que se ha metido".

La Fundación Josep Carreras contra la Leucemia me consiguió un donante de médula ósea al 100% compatible. Era una donante alemana de mi misma edad. No es posible conocerla así que sólo tuve la oportunidad de mandarle una carta muy emotiva pero anónima, y ella igual. El trasplante me lo tuvieron que hacer en Barcelona en el Hospital de la Vall d'Hebron. La Fundación Josep Carreras nos quitó, a mi familia y a mí, una carga inmensa de encima, poniendo a nuestra disposición un piso de acogida cerca del hospital para poder hacerme los controles cada día cuando no estuviese ingresada, y poder recuperarme del trasplante. Así, mi familia también podía quedarse en el piso.

Mi estancia en el piso de acogida fue de 5 meses. Era un piso acogedor y calentito en los días de frio que se acercaban. Además, estaba a una calle del hospital y no tenía que hacer largos trayectos, pues eso suponía muchísimo esfuerzo para mi estado. Lo que más me impactó del piso es que en una habitación había una bicicleta estática. En ese momento no me gustaba mucho porque mi madre y mi médico me obligaban a hacer mínimo 10 minutos de bici cada día. Repito que no sabéis el gran esfuerzo que eso suponía para mí, ya que había perdido toda la musculatura, pero esa bici no estaba ahí en vano, bien lo sabían los que la pusieron que también ésta era parte de mi recuperación. También me gustó que los que hemos habitado el piso podemos dejar cosas para las próximas familias que lo necesiten. Hay un gran libro de visitas en el que todos podemos poner un mensaje de ánimo y esperanza. Todo esto fue de gran ayuda ya que mi familia no tuvo que hacerse cargo de buscar alojamiento y del gran coste adicional que eso hubiese conllevado. 

El 24 de octubre hizo 3 años del trasplante. Fueron días muy duros que sólo puede entender quien lo ha pasado. Pérdidas de 20kg en un mes, mucha debilidad, vómitos y morfinas. Pasar las Navidades con tratamiento no es agradable, pero en esas fechas siempre tienes la ilusión de que todo puede mejorar. No pude hincharme a polvorones y tampoco pude hartarme a comida como hace todo el mundo en esas fechas, pero pude disfrutar de lo más importante de mi vida que es mi familia.

Si os digo la verdad, mi mente ha medio borrado esos recuerdos. Sé que hubo mucha oscuridad en ellos, pero en mí quedaba la pequeña luz de esperanza, las ganas de vivir y hacer todo aquello que me quedaba por hacer. Solo tenía 23 años. Quería volver a disfrutar de cada rayo de sol en la piel, del sabor de la comida sin que te duela la boca, del aire libre, el deporte, bailar, las reuniones en familia y los amigos. Las cosas pequeñas de la vida que se hacen grandes cuando te faltan. No me rendí jamás, y creo que me quejé poco para lo que me estaba pasando porque no quería que los de mi alrededor lo pasaran mal. El cóctel del tratamiento en el hospital, junto los mimos de mi familia y apoyo de mis amigos, la fortaleza mental, mi donante, las muchas facilidades que nos dio la Fundación con el piso de acogida y ayudas, fue lo que me hizo estar donde yo estoy ahora.
¡Curada, sana y feliz! Sólo puedo dar GRACIAS. 💛

 

Irene

Página web actualizada 15/03/2019 10:38:15