Jesús

Me llamo Jesús Valcárcel, tengo 33 años y justo el día que cumplí los 32 años me diagnosticaron mieloma múltiple.  Lo que para un chico joven como yo debería de ser uno de los días más felices de su vida por ser su cumpleaños se convirtió en el peor. Aún recuerdo cuando el médico internista me dijo que tenía mieloma múltiple sin ni siquiera esperar a la última prueba de la médula ósea. Para mí fue un shock. Solamente pensaba en que no me podía morir porque todavía me quedaban muchas cosas pendientes por hacer.

Todo empezó con un simple análisis de sangre. Mi mujer, a la cual le debo la vida, se empeñó en sacarme una analítica para ver qué tal llevaba el colesterol. No me dolía nada y me encontraba perfecto, pero ella se empeñó en hacerme el análisis. Cuando salieron los resultados el colesterol estaba perfecto pero había una proteína que tenía un valor demasiado alto.

Mi médico de cabecera me mandó al especialista que pidió varias pruebas para descartar el fatal diagnóstico. Todo parecía indicar que iba a ser lo peor pero yo me mantenía optimista a la espera de la última y concluyente prueba del aspirado de médula ósea, sin duda la peor que me han hecho. Desgraciadamente el 16 de Julio de 2013 se confirmó, el mismo día de mi cumpleaños. Fue un mazazo terrible. Me quedé impactado pensando en que no viviría más de 1 ó 2 años. Me derivaron al servicio de hematología del Hospital Universitario de Albacete donde tuve la fortuna de ser tratado por la Dra. Ángela Ibáñez, una médica excepcional. Su calidad humana no tiene límites. La primera pregunta que le hice fue: ¿cuánto puedo vivir? y ella me contestó que no lo sabía, pero que íbamos a hacer todo lo posible porque fuera el máximo tiempo. 

Continuamos hablando y poco a poco vi las cosas de otra manera. Me dijo que habían muchísimos tratamientos y posibilidades y que con lo joven que era tenía buenas expectativas. Eso me animó mucho y decidí luchar. Soy una persona a la que le daba pánico las agujas, los hospitales, los médicos y por ese motivo el diagnóstico se me hizo más cuesta arriba. Pero pensé, “Jesús no vayas más rápido que lo hacen los acontecimientos. De momento vamos a empezar el tratamiento y a ver qué pasa y después ya nos preocuparemos”. Comencé el tratamiento en enero ya que antes no había tenido ningún síntoma y por protocolo no me querían tratar, pero en enero tuve una serie de infecciones fuertes y empezamos.

En el primer mes del tratamiento conseguí reducir tanto la proteína mala que entró en valores normales. Esto supuso para mí una inyección de moral increíble. Completé los 6 meses de tratamiento en julio y en agosto me programaron un trasplante autólogo de médula ósea.  Esto fue lo más duro. Estuve 20 días aislado en una habitación sin poder ni siquiera abrir la ventana. No estaba solo porque siempre estaban conmigo o mi hermano Santi o mi mujer Victoria, pero los días se me hacían eternos. Eternos porque no podía estar con mi hijo de 3 años, Pablo. Fue lo que más eché de menos durante el ingreso. Recuerdo perfectamente la mañana del trasplante. Estaba muy asustado pero no quería que nadie lo notase. Minutos antes de empezar el miedo se apoderó de mí y empecé a sudar y a pasarlo mal. La auxiliar que estaba, Jose, fue la única que se percató y se acercó a mi me cogió la mano y me empezó a dar aire con unas revistas. Esto fue clave para mí. Inmediatamente me tranquilicé y sentí que iba a salir bien. Que en un par de horas todo iba a ser historia y que frente a mí se volvía a abrir un futuro. Mi mujer sabe bien que esta auxiliar y la enfermera que estuvieron conmigo en el trasplante siempre estarán presentes en mi corazón. 

Afortunadamente todo salió a pedir de boca. No tuve ningún efecto secundario por la quimio y me recuperé en tiempo record. Recuerdo perfectamente el día que me visitó el hematólogo y me dejó la puerta abierta de la habitación. Yo me sorprendí porque la cerraban inmediatamente para que no entrasen microbios y se lo dije. Él me contestó, ya te puedes ir a casa. Ver esa puerta abierta supuso para mí el inicio de una nueva vida. Una vida más intensa, con más ganas de vivirla que nunca.

Han pasado ya 6 meses desde el trasplante y me encuentro en remisión completa. Gracias a Dios estoy estupendo y hago vida normal. La verdad es que siempre la hice porque siempre me encontré bien, pero ya sabéis que la procesión va por dentro. Sé que a día de hoy el mieloma no se cura y pueden haber recaídas, pero ahora sé que soy capaz de volver a levantarme. A todos los que os diagnostiquen Mieloma o algún otro cáncer por favor no dejéis de luchar. Cáncer no significa muerte. Los tratamientos han avanzado mucho y se puede tener una vida de calidad. Merece la pena luchar y sentirte vencedor. No sólo por ti sino por tus seres queridos. Nunca olvides que se puede superar. Las ganas de vivir mata más células cancerígenas que la quimio.

Y para despedirme quiero dar las gracias a todo el equipo de hematología del Hospital General Universitario de Albacete y en especial a las enfermeras de la sexta planta que me trataron excelentemente. También quiero agradecer a mi hermano Santi y a mi mujer Victoria todos los días y noches que pasaron conmigo en aquella habitación del hospital deseando que todo saliera bien. Espero que mi experiencia pueda ayudar a gente que esté en la misma situación que estaba yo aquel 16 de Julio de 2013, con miedo e incertidumbre. No tengáis miedo, va a salir todo bien.

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