Juan

Han pasado once años desde que realicé mi donación de médula. Con la serenidad y perspectiva que me ofrece el tiempo transcurrido quería aprovechar para presentar de nuevo mi testimonio como donante, con el objetivo de resolver alguna duda y, sobre todo, conseguir animar al mayor número de personas a hacerse donantes.

Me hice donante con la firme certeza de que, para que todo el sistema funcione y podamos beneficiarnos de él cuando lleguemos a necesitarlo (sea donación de sangre, de médula, de órganos o del tipo que sea), es necesario que todos nosotros participemos activamente sin pensar que ya se encargarán otros de ello. Es necesario que nos comprometamos, pues creer que los enfermos son otros y que los sanos somos nosotros no tiene ningún sentido cuando la enfermedad es un "estado" más de la salud por el que tarde o temprano todos terminamos pasando. Desde este punto de vista casi me atrevería a decir que ser donante es un deber, pero un deber que puede reconfortarnos muchísimo más de lo que creemos.

En el aspecto médico mi donación se realizó mediante extracción de médula de las crestas iliacas (de la cadera), en una pequeña intervención con anestesia general que duró un par de horas, sin mayor efecto que un pequeño dolor residual sin importancia en la zona de la extracción durante un par de días. El único riesgo clínico era el de la anestesia, pero eso no representó nunca para mí un motivo para no seguir adelante con el proceso, pues en cuanto lo comparaba con los riesgos del enfermo que iba a recibir mi médula durante el trasplante no podía encontrar argumentos de peso en contra.

En muchos casos la extracción de médula no se realiza mediante esta técnica sino por otra mucho menos intrusiva (aféresis), los que no sois aún donantes tenéis que saber que el método lo vais a elegir vosotros, pero insisto en que no debéis darle importancia. Para los indecisos, siempre diré que coger un coche tiene mayor riesgo que someterse a una anestesia general, y no por eso dejamos de utilizar esos vehículos todos los días, o que hoy en día nadie se sorprende de que una mujer se someta a una epidural en un parto... Lo que ocurre es que los consentimientos que nos hacen firmar para recibir una anestesia nos hacen tenerle cierto respeto pero es cuestión de colocar cada cosa en el sitio que le corresponde y no darle demasiada importancia.

Dando tu médula "das vida" pero también la recibes, pues puedo asegurar que es una experiencia que llena tu existencia de valores verdaderamente humanos que quizás no conocías y que hace que tu paso por este mundo tenga un sentido y trascendencia especiales, que repercutirás siempre de forma positiva en todos los que te rodean. Jamás me he sentido una persona especial por lo que hice, sino una persona tremendamente afortunada de haber sido elegido, pues estoy seguro de que cualquiera lo hubiera hecho en mi lugar. Lo único que me diferencia –aparte de esa inmensa fortuna- es que un día di el paso y decidí perder un poco de mi tiempo en hacerme donante. Para los que aún no lo sois, os puedo asegurar que esa pequeña pérdida de tiempo bien merece la pena, pues os resultará infinitamente recompensada si algún día llegáis a donar como yo, ya que lo que recibiréis a cambio será inmensamente superior a lo que habréis dado.

En el aspecto emocional es muy difícil hacer llegar a los demás los sentimientos de una experiencia tan especial, pues es similar a intentar transmitir las emociones de la paternidad a quien no ha sido padre: por mucho que intentes explicarlo siempre tienes la sensación de que no puedes transmitir todo lo que se siente. Por eso, y con la perspectiva del paso del tiempo, quería situar mi donación en el lugar que hoy representa para mí dentro de las mejores experiencias que he vivido, por detrás del día que pedí salir a mi mujer (casi ná), del día de mi boda y del nacimiento de mis dos hijos, pero por delante –y a gran distancia- de todas las demás. Supongo que de esta manera la gente podrá hacerse una idea de lo importante y trascendental que resultó para mí, pues he presentado vivencias importantes que la mayoría de nosotros hemos tenido o tendremos, y de por qué los que hemos llegado a donar siempre decimos que volveríamos a repetirlo gustosos todas las veces que fuera necesario.

A pesar de la dificultad para transmitirlo, quería compartir con vosotros que emocionalmente recordaré siempre de forma entrañable todo el proceso, desde el día que me llamaron para decirme que quizás era compatible con un enfermo que necesitaba mi médula y que hacían falta nuevos análisis, o el día que confirmaron mi compatibilidad. Pero si algo recuerdo especialmente son los dos días que duró mi paso por el hospital, tanto por el excelente trato que recibí en todo momento de la Fundación Josep Carreras y de todo el equipo médico del Gregorio Marañón como, sobre todo, porque fueron dos días repletos de intensas emociones que nunca podré olvidar, en los que tuve tiempo para reflexionar mucho acerca de la vida y acerca de mí mismo, y para llorar de la inmensa alegría de verme salvando una vida o al menos intentándolo. Os puedo asegurar que todo eso no tiene precio y que siempre me sentiré tremendamente afortunado de haber recibido tantísimo a cambio de tan poco.

Muchísimas gracias a la Fundación –pues sin ella nada de esto hubiera sido posible-, y os animo a todos los que aún no lo sois a que os hagáis donantes, con la esperanza de poder sentir todo lo que yo sentí y he intentado transmitir y, sobre todo, con la esperanza de poder SALVAR UNA VIDA.

¡Ojalá pueda repetirlo!

Página web actualizada 09/07/2019 16:37:29