Mari Carmen Aguacil Aranda
Nació en Cabra, un pueblecito de la sierra de Córdoba, en el seno de una humilde familia de hortelanos y su trayectoria vital, como la de sus tres hermanos, parecía estar inscrita para siempre en este pacífico y poco prometedor escenario si un guiño del destino no hubiera venido a modificar inesperadamente su futuro, porque a los 9 años Mª Carmen Aguacil despuntaba ya en los estudios, el pueblo se le quedaba pequeño y su curiosidad por aprender y conocer otros ambientes no tenía límites.
Así, cuando unos tíos de su madre que no tenían hijos le propusieron irse a vivir con ellos a Casablanca, en Marruecos, no lo dudó ni un momento.
En Casablanca Mª Carmen pudo ir a la universidad, estudió la carrera de farmacia y a los 21 años se trasladó a Madrid para trabajar en unos importantes laboratorios. Independiente, voluntariosa y perfeccionista, su entrega a la profesión fue total por lo que permaneció soltera. Vivía sola, en Madrid, pero le gustaba regresar a Cabra en vacaciones para reencontrarse con la familia, un ambiente hogareño que añoraba profundamente.
Sus hermanos la describen como una mujer muy guapa, morena, de ojos grandes y negros, pero lo que más destacan de ella es su buen corazón, su generosidad, "era amable con todo el mundo, reservada y poco dada a contar sus interioridades, de su vida en Madrid sabemos poco y cuando venía al pueblo le gustaba pasar desapercibida, - dicen - nos echaba mucho de menos, con frecuencia decía que se arrepentía de la decisión que tomó siendo niña de dejar atrás a la familia." Cuando se dio cuenta ya era tarde, la leucemia le sobrevino a los 53 años. Murió a los 57, arropada por el cariño de sus tres hermanos, de sus sobrinos, de esa gran familia de la que había estado privada en vida.