Marina

Me llamo Marina, tengo 36 años y soy de Málaga. Es difícil contar cómo te sientes después de haber donado médula. ¿Como el día en que me llamaron para mi primer trabajo? ¿Cuando nacieron mis sobrinos? ¿Cuando me dijeron que iba a cumplir uno de mis sueños? ¿El día en que coges el avión para hacer el viaje de tu vida? No. No se parece a nada de esto. Porque de pronto todo cuanto hiciste, todo cuanto creías importante, deja de serlo y sólo te sientes feliz. Y, de hecho, es injusto. No, no somos valientes. Porque sabes que al otro lado hay alguien que te necesita y eso te da el coraje y la fuerza. No eres tú. Es esa persona la que te da todo el ánimo para hacerlo. Y ya no hay marcha atrás. Cuando te llaman y te comunican que eres compatible con tu persona, aprendes lo que es querer a alguien a ciegas, a preocuparte por él/ella y desear que todo salga bien

A las personas receptoras, a los donantes en espera, a los futuros donantes, les diré que no, que no duele. A mí me hicieron las punciones y entré en el quirófano sonriendo, bromeando… Porque te sientes bien. Y luego, cuando despiertas, te das cuenta de que eres boba, porque esa persona que te necesitaba sigue luchando. De hecho te das cuenta de que estás preocupada, ahora que tu intervención ha pasado, porque entonces empieza una etapa muy dura para tu receptor, para que el trasplante salga bien. Y lo deseas con todas tus fuerzas. Sientes que el lazo es para siempre (imagino que es algo así como deben sentirse las madres cuando ven a su bebé en los brazos, después del parto).

Por eso es muy difícil de explicar. Sólo digo que lo haría cientos de veces. Ojalá nunca hiciera falta. Pero lo repetiría, claro que sí, porque después de pasar por esta experiencia nada es lo mismo y porque donar médula es la única curación posible para cientos de personas. Dar médula es dar VIDA y cuantos más donantes seamos, más probabilidades habrá de encontrar un donante compatible para quienes lo necesitan o lo necesitarán.

Página web actualizada 15/03/2019 10:38:13