Pilar
Después de trabajar 17 años como auxiliar de clínica en un Centro Socio sanitario al cuidado principalmente de enfermos crónicos y terminales, me ofrecieron un empleo en otro Centro donde debía llevar a cabo tareas de más responsabilidad aportando mi larga experiencia. No he ni de mencionar que me volqué en este trabajo en cuerpo y alma, con tanta carga de horario y estrés que como es habitual en mí, me olvidé de mi misma para dar el máximo en mi trabajo. Tanto, que a los dos meses comenzaron a salirme morados en piernas y brazos y no quise "ver" las señales de alarma y no perder ni unas horas para consultar al médico.
Me sentía cansada pero seguía sin parar, hasta que el 7 de Enero de 2007 al despertarme por la mañana tenía dentro de la boca como pequeñas bolsitas de sangre morada. Supe que algo muy grave me ocurría. En las urgencias de Can Ruti de Badalona me examinaron los médicos y después de muchas preguntas, cuando llegaron los resultados de la analítica, me comunicaron con una delicadeza extraordinaria que debía quedarme ingresada para averiguar qué tipo de leucemia tenia y tratarla. Sentí que mi vida había acabado en ese momento y tan solo cabía esperar pasar por el calvario de los tratamientos para finalmente morir. Al salir de la consulta para dirigirme a la habitación me esperaba mi mejor amiga, y cuando yo le dije lo que sentía al respecto me contestó "aquí no se muere nadie" y a luchar como tú sabes hacerlo.
Después de este impacto tan brutal decidí aceptarlo y hacer todo lo posible por curarme. Confiaba plenamente en los médicos que hicieron un trabajo magnífico, ellos y el resto del personal fueron verdaderos ángeles en su trato y cuidados hacia mí. A partir de aquí, comenzó un camino nuevo para mí, en el que iría cambiando conceptos y pensamientos equivocados sobre mi misma y sobre todo lo que me rodeaba. Me abrí y me deje cuidar y querer por todos, yo que solo estaba acostumbrada a dar y cuidar a los demás, lo cual hacía con mucho amor y entrega, tuve que aprender a dejarme cuidar y querer por todo el que quería hacerlo, y descubrí con asombro que era muy querida por muchas personas que yo no hubiese imaginado se volcarían hacia mí de esa manera. Así que pensé: ahora tu ocupación es estar enferma por lo que debes hacerlo lo mejor posible y puse todas mis fuerzas en salir adelante.
El diagnóstico resulto ser leucemia mieloblástica aguda con el gen FLT3 mutado, lo cual empeoraba todo considerablemente. Primero estuve recibiendo quimioterapia, ingresada un mes en el transcurso del cual tuve una infección en el catéter y fiebres altísimas. A punto de ingresar en la UCI, estuve realmente muy grave. Gracias a los médicos y a varios de mis amigos que me daban energía mediante técnicas de transmisión energética como Reiki, se complementó con los tratamientos médicos y logré superarlo. Me mandaron a casa 15 días para recuperarme e ingresar de nuevo a recibir otra tanda de quimio de consolidación. Si la primera fue dura, la segunda fue mucho peor. Esta vez estuve un mes y medio ingresada.
Mientras tanto se plantearon hacerme un auto-trasplante, pero mi médula estaba tan enferma que no respondió. Hicieron pruebas a mis hermanos que resultaron no ser compatibles, y muchas personas familiares y amigos se hicieron donantes de médula pero ninguno de ellos era compatible, así que solo quedaba esperar a que saliera un donante y ver qué pasaba. Esperé tres meses y al final apareció un cordón que era bastante parecido aunque no totalmente igual.
Durante todo el proceso hasta llegar a hoy día, he comprendido que la enfermedad que me podía matar en realidad me vino a salvar, que vino a enseñarme muchas cosas. A veces no nos paramos y entonces la vida te para para darte la oportunidad de ver cosas que de otra manera no veríamos, e incluso de hacer cosas maravillosas que de otro modo nunca habríamos hecho, como es el caso del Sr. Josep Carreras, al que estoy profundamente agradecida por todo el bien que está haciendo y porque gracias a su labor por esta enfermedad y su generosidad, ya que en las cámaras de aislamiento que yo estuve fueron donadas por él y por qué no decirlo, también a él debo agradecerle el haber superado la leucemia.
Llega el momento del trasplante, que por ser alogénico y de cordón umbilical, mis posibilidades de sobrevivir se habían reducido bastante. Así que opté por seguir confiando en la vida, en los médicos, en mis amigos con sus transmisiones de energía, sus cuidados, apoyo y fortaleza que me daban tanto en presencia como en la distancia. Mi familia y todas las personas que aunque estuviesen fuera, con sus oraciones me hacían sentir que no estaba sola, pero sobre todo confié en mi misma y me preparé mental, emocional y espiritualmente para el trasplante.
Sé perfectamente que los médicos hicieron una tarea extraordinaria en todo momento con las medicaciones que necesitaba para todo el proceso, y para mi entender nadie en el mundo lo hubiera hecho mejor que ellos. En todo momento tuve plena confianza y fe en ellos, y les doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón por curarme. Ahora seis años después sigo adelante y sin la enfermedad. Deseo a todas las personas que pasan por esto mandarles todo mi cariño y apoyo y mis mejores deseos de que salgan adelante y sepan que no están solos.