Virginia
"¡Ánimo, churri, la leucemia se cura!"
Con estas palabras mágicas me sacaba mi tía del shock de recibir el diagnóstico de una leucemia mieloide aguda a 1.800 kilómetros de casa. Seis palabras en la pantalla del móvil que se grababan en mi subconsciente como un mensaje subliminal y que resumen seis meses de hospital. Porque si lo dice ella que es médico, será verdad, ¿no?
Un poco de "Terapia de Amor" enviada por Virginia
Ésta debe de ser la quinta vez que reescribo esta carta, pero es que han pasado tantas cosas que no sé por dónde empezar. Comencé a escribiros en junio, poco después de que mi media naranja interviniese para donarme sus células madre: mi hermana gemela Laia hacía de comodín de mi donante no emparentado cuando una reacción al tratamiento previo al trasplante ponía las cosas muy muy feas en el último minuto. Ni superman hubiese venido tan rápido -ni lo hubiese hecho tan bien.
Virginia junto a su hermana gemela Laia en el hospital.
Me habían diagnosticado la leucemia en enero de 2009, en Berlín, donde vivo desde hace años y donde me quedé a recibir el tratamiento. Si todo esto ya es duro de por sí, imaginaos tan lejos de casa y a veinte grados bajo cero. Sencillamente no hay palabras para agradecer todo lo que han hecho mi familia y mis amigos durante este tiempo, pero confío en que ellos saben que esta victoria es tan mía como suya.
Virginia, bajo la atenta mirada de su hermana, rapándose el pelo
Porque ahora estoy bien, muy pero que muy bien. Hoy regreso de mis primeras vacaciones "en casa" desde que empezó todo esto: dos meses maravillosos en Barcelona durante los que he disfrutado como una enana de todos y de todo. Y mañana a primera hora directa al médico a por la tercera punción de control: solita y en metro, que a estas alturas esto ya es pan comido. A controlar... ¡y a que me den el alta! Y me hace tanta ilusión volver a empezar que no habrá blasto que se atreva a asomar la cabeza.
Virginia, visiblemente mucho mejor junto a un amigo
Ánimo, chicos, ¡la leucemia se cura!
El camino es cuesta arriba y es duro, pero las vistas al final valen todo el esfuerzo y más. ¿Mis truquillos? Primero, no querer tener fe en que todo saldrá bien: tenerla. Segundo, olvidar que detrás de la puerta hay un pasillo de hospital: ¡las que les liábamos siempre a los alemanes, tan serios ellos! (que si clases de baile, de francés, sesiones de guitarra, de fotos, de cine...) Y tercero, no pensar en lo que no puedes hacer, sino en lo que podrás hacer muy pronto (¡ese aperitivo en una terracita!).
Cada plan, cada carcajada, cada segundo en que no piensas en ella, le estás dando un buen golpe por la espalda al enemigo. Y cuanto más grandes son...
Virginia
¡Final feliz! Celebración del 30 cumpleaños de Virginia en Berlín junto a sus amigos de Barcelona este mes de agosto pasado