Yamila
Hola, mi nombre es Yamila y soy argentina, de San Pedro, Buenos Aires. Os quiero contar mi experiencia con mi enfermedad, Linfoma de Hodgkin.
Fue en 2002, con 20 años recién cumplidos. Comencé a sentir picazón en el cuerpo y empezaron a salirme manchitas en la piel. No le di importancia y me traté con cremas. Una mañana de mayo, me desperté con dolor de garganta. Creí que eran anginas y me fui a lavar la cara, cuando sentí que algo subía para arriba. Me miré y me toqué el cuello y tenía dos ganglios infladísimos. Se los mostré a mi madre que me miró con terror y me pidió hora urgente con un médico clínico.
El médico me miró y me dijo que seguramente era toxoplasmosis. Me mandó a hacer un análisis y me dio antibióticos. Fui a buscar los resultados pero salieron negativos; no era toxoplasmosis. El médico me dijo que a veces el diagnóstico tarda en salir y ya me advirtió que si no era toxoplasmosis podía ser una infección grande pero no me dijo qué. Entonces yo seguía tranquila sin imaginar lo que podía llegar a ser. El segundo análisis volvió a salir negativo. Ya el medico cambió la cara y me mandó a hacer una radiografía y una tomografía.
Para entonces, se notaba que mi madre estaba muy asustada pero no me decía nada y yo seguía sin saber lo que podía llegar a tener. En la radiografía salió una cadena de ganglios que me envolvían el cuello y llegaban hasta el mediastino. Fui a llevarle todo a un patólogo y a un oncólogo aunque yo seguía en mi nube y no sabía lo que era. Mi madre ese día, antes de ir a trabajar, me dio un abrazo fuerte y tenía los ojos llorosos. Creo que ella siempre lo presintió. Fui al médico con mi padre y ahí me dieron el diagnóstico. Me dijeron que tenía un tumor que se llamaba Linfoma de Hodgkin y que estaba todo bien, que lo habían cogido a tiempo y que en seis meses iba a estar curada y lo único malo que me iba pasar es que iba perder el pelo.
Mi mundo se me vino encima y no sabía hacia qué lado correr. Sentí miedo, angustia, me pregunté por qué a mí... Fue la primera vez que vi llorar a mi padre, muy desgarrado, y eso me hizo reaccionar. Al segundo de darme la noticia me hicieron la primer punción de médula ósea y me mandaron a casa. Ese día lloré todo el día y mis padres también. Parecía mi velatorio. Al día siguiente me levanté con ellos con ganas de ganar la batalla. Me hicieron una cirugía menor para sacar un ganglio y estudiarlo y enseguida empezaron las quimioterapias.
A la semana empecé a perder pelo, cada vez más, hasta que me decidí y llamé a mi mejor amiga para que me pelase. Fue terrible para mí porque soy mujer y como toda mujer soy coqueta pero no lloré. Hacía bromas y a mi amiga le temblaban las patitas. Las quimio las llevé bien, fueron llevaderas para mí. Terminé el ciclo de seis meses y habían desaparecidos los ganglios del cuello pero me quedaba el ganglio del mediastino. Entonces decidieron hacerme radioterapia y, como el ganglio era fuerte, decidieron hacerme un autotrasplante de médula ósea que fue mi salvación. Estuve un mes internada. Lo llevé muy bien y tenía un equipo de médicos excelentes que me cuidaron muy bien.
Al año de mi autotrasplante conocí al amor de mi vida, Cristian. Con él logré mi sueño más lindo, me convertí en mamá, que era mi mayor miedo porque siempre me decían que por lo agresivo que había sido el tratamiento no iba poder tener hijos. Sin embargo, llegó sin tratamiento y sin nada; ¡lo mejor de mi vida!
El 12 de diciembre de 2007 llegó a mi vida para regalar más vida; Mía. Fue el mejor regalo que pude haberle hecho a mis padres después de tanto sufrimiento.
No os desaniméis y nunca perdáis las esperanzas porque todo se puede lograr. Sed fuertes y dadle batalla a esta enfermedad. Sed positivos; el tratamiento es duro pero es por nuestro bien.
A día de hoy, me encuentro con diez años de remisión completa. En abril cumplo 31 años y mi hija tiene 5 añitos. Soy feliz, disfruto de cada día como si fuera el último y le veo el lado positivo a las cosas, que por algo pasan. ¡Besos y abrazos a todos desde Argentina!